miércoles, 3 de agosto de 2011

Aquin ixnetla

En medio de la Calzada de los muertos frente a la Pirámide del Sol, y adormecido por el octli, mi corazón ha quedado maltrecho como un estropajo de ymaxtli. No podía creer que me abandonarás en medio de la tercera luna cuando empezaba a renacer después del sacrificio, era como un mordedura de Mazacuatl en la mitad de mi cuello, el dolor era tan intenso que no podía respirar. Tlaloc empezó a llorar con toda su furia, las gotas parecían disolver la sangre que aun quedaba en el corazón.





Era el centro del mundo, de rodillas implorando a Huitzilopoztli que me arrancara de una vez el último suspiro como solo lo puede hacer el dios de la guerra. Por más que recorrí el Corazón del Único Mundo, no te encontré por ningún lado, camine de Tlatelolco hasta el Árbol de la noche triste y como una visión de lo que había ocurrido ahí, también lloré, lloré como si Tlaloc hubiera invadido mi ser hasta desvanecerme y no saber más.





Hoy es de día, te has quedado en la piedra más grande del altar donde seguiré sacrificando hasta que Ehcatel me lleve volando entre sus brazos y no tenga más remedio que olvidarte por que así lo has querido. Déjame llevarte a Aztlan, donde verás las flores de luna y a los grandes nobles desde Texoco hasta Tenochtitlan, solo así entenderás la grandeza de lo que podría ofrecerte, mi alma que es un texcatl de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario