viernes, 5 de agosto de 2011

¿Al final que nos queda?

¿Dónde encuentras la felicidad? ¿En lo que tienes? ¿En lo que no puedes tener? ¿Acaso en el pasado? o ¿en el futuro? ¿En lo inalcanzable? o en lo que tienes a mano. ¿En los pequeños detalles que te hacen ser tu, o en lo descomunal que llena todo?

Buscamos dentro, buscamos fuera, buscamos en lo que llega y en lo que nunca llegará esperanzados a un futuro incierto y a un presente caótico. En las personas que están y en las que se fueron, en los rincones del alma y las superficie ficticia de lo terrenal. En lo que escribes y en lo que compones, en lo que muestras y en lo que ocultas, dependiendo del momento. ¿Acaso esta ahí? Tal vez si, o no.

Te has decepcionado de todo ¿verdad? Yo también, sin embargo no podemos vivir por vivir, esperando o separándonos de la manada. ¿Son los sueños pesadillas? ¿Son las pesadillas sueños? No pretendas descifrar el enigma, por que las respuestas ya están en la mesa.

¿Dónde encuentras la felicidad? Tal vez en la tranquilidad del momento, en la forma en la que apaciguas los demonios, esas bestias oscuras que llevan los dientes ensangrentados y que desgarran a trozos la moral, en los descansos de tu mente indispensables para no perderla el loop infinito de la tristeza.

Los cuentos no existen, pero si los momentos mágicos... Un beso provoca una revolución, una palabra una conquista, y un sueño la eternidad.

Al final no quedará nada, quedará lo que hayas hecho y lo que hayas olvidado, lo que hayas provocado y lo que hayas sentido, lo que hayas amado y lo que hayas perdonado... Nada es perfecto y todo cambia, las personas no cambian, se transforman, seguiremos creyendo e imaginando, pero sobre todas las cosas... amando.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Aquin ixnetla

En medio de la Calzada de los muertos frente a la Pirámide del Sol, y adormecido por el octli, mi corazón ha quedado maltrecho como un estropajo de ymaxtli. No podía creer que me abandonarás en medio de la tercera luna cuando empezaba a renacer después del sacrificio, era como un mordedura de Mazacuatl en la mitad de mi cuello, el dolor era tan intenso que no podía respirar. Tlaloc empezó a llorar con toda su furia, las gotas parecían disolver la sangre que aun quedaba en el corazón.





Era el centro del mundo, de rodillas implorando a Huitzilopoztli que me arrancara de una vez el último suspiro como solo lo puede hacer el dios de la guerra. Por más que recorrí el Corazón del Único Mundo, no te encontré por ningún lado, camine de Tlatelolco hasta el Árbol de la noche triste y como una visión de lo que había ocurrido ahí, también lloré, lloré como si Tlaloc hubiera invadido mi ser hasta desvanecerme y no saber más.





Hoy es de día, te has quedado en la piedra más grande del altar donde seguiré sacrificando hasta que Ehcatel me lleve volando entre sus brazos y no tenga más remedio que olvidarte por que así lo has querido. Déjame llevarte a Aztlan, donde verás las flores de luna y a los grandes nobles desde Texoco hasta Tenochtitlan, solo así entenderás la grandeza de lo que podría ofrecerte, mi alma que es un texcatl de ti.